martes, 22 de febrero de 2011

Nuestro bello interior...




Tras el episodio del primer parto, llegaron las tan esperadas entradas en consulta ¡Es tan divertido! Entras en consultas prenatales, que duran aproximadamente una hora. Es bien bonito porque no se trata sólo de medir constantes vitales, escuchar el corazón del bebé y medir la panza de la mamá. Se habla mucho, de cómo se sienten la mamá y el papá, si tienen dudas, se les explican temas que les interesen o que la partera considera que han de saber antes de que nazca su bebé. Es muy bello porque conoces a las personas, sientes su energía, las escuchas. Es verdad que no es nada nuevo para mí, que como doula ya lo hacía, pero ahora es diferente pues ves mucha más gente en menos tiempo, no acompañas a dos familias por mes. Me gusta mucho tocar la panza de las mamás y aprender a sentir cómo está colocada/o su bebé. También disfruto tomando el pulso, pesándolas y midiendo la presión (esto todavía me cuesta un poco, tengo que andar por ahí pidiendo más “brazos prestados” a mis compañeras, así practico). Pero, la parte que más me gusta, es cuando hablan de su historia, cómo se conocieron, cuántos hijis (hijos e hijas) tienen, dónde viven, cómo les gustaría parir, en fin, conocer y sentir a la gente…
También entro en consulta de “Mujer Sana”. Me gusta este concepto, no vienes a ver a una ginecóloga porque algo va mal. Vienes para estar sana. Esta consulta abarca un amplio abanico de posibilidades. Citologías, endometriosis, miomas, consultas de fertilidad, amenorrea, reglas muy fuertes, todo lo que te imagines relacionado con la salud sexual de la mujer. Es tan apasionante. Aparte se usan mucho las hierbas y la homeopatía, métodos caseritos, ancestrales, de conexión con la Pachamama. Altamente disfrutable para mí.
Como cada semana tengo que entregar dos trabajos de investigación (cortitos, una o dos hojas) las consultas me sirven para descubrir términos que no había oído nunca, o despierta mi curiosidad por investigar sobre ciertos temas.
Pero,  lo más fascinante de todo, fue mi primera clase. Dos viernes al mes tenemos clase teórica. Tienes que llegar con el tema aprendido, se te hacen preguntas, conversas con la, o las parteras para ver dónde tienes que reforzar más y resuelven tus dudas. Al principio me ponía nerviosa la idea, como si fuese un examen y no hubiera estudiado (ja,ja) pero, la verdad, con leer un poco y contar lo que has investigado ya se abre un mundo de posibilidades, Cris y Alana te cuentan más cosas, te explican lo que no entiendes. Son muy comprensivas ¡y compasivas! Y te animan mucho. Realmente son las mejores maestras que podría tener en este momento. Van al grano, pero con suficiente amor para detenerse y explicarte todo otra vez si hace falta. Realmente es un placer, y un honor aprender con ellas.
Ahora viene la mejor parte de mi primera clase: APRENDER A HACER CITOLOGÍAS. Las parteras de Luna Maya son bien completitas y realizan papanicolau (citologías). Así que, como parte del equipo, aprendí a hacerlos. Es muy bello e íntimo aprender a realizar una prueba así, haciéndosela a una de tus maestras, con la otra a tu lado explicándote todo. Se genera una energía muy íntima, de complicidad.
El fascinante mundo interior de la mujer se me abrió de repente, como un regalo intuído mucho tiempo atrás. Sería aconsejable que, al menos una vez en la vida, una mujer viese su cuello uterino. ¡Es tan bonito! ¡Lleno de vida, rosadito, de carne preciosa! Cualquiera puede pensar que me volví loca pero, lo cierto, es que quedé impactada de ver lo bellas que somos por dentro, cuánta humedad, qué de vida latiendo ¡y muchas sin siquiera ser conscientes de ello! Antes había visto fotos de cuellos uterinos pero, de corazón, no es lo mismo. Es como ver vídeos de partos y estar en un parto. La vida que emana del cérvix es impactante. Agradezco mucho poder entrar en el mundo de la cueva de jade (vagina) y observar, una vez más, cuan sabia es la naturaleza, qué bien diseñadas estamos y qué hermosura el cuerpo humano ¡por dentro y por fuera!
Reconozco que me dio un poquito de cosa, al principio, meter el espéculo. Pero mis maestras me aseguraron que no iba a hacer daño, que respirara y estuviera tranquila. Y así fue, no era para tanto y, la verdad, la primera vez que introduces un espéculo, agradeces que sea a una amiga ¡que encima es partera hace más de diez años! Uf, un alivio…
Esa misma tarde vino una mujer a consulta y estuve practicando, con su consentimiento, por supuesto. Ya no dudé al introducir el espéculo, aunque sí me costó encontrar el cuello. Es la riqueza femenina, cada una con su cuellito hacia un lado, de una manera, tal cual somos, únicas e iguales. También practiqué la maniobra bimanual. Introduces dos dedos en la vagina y localizas el cuello, por fuera palpas el fondo del útero y los ovarios. Mides a ver si hay alguna anomalía. Es precioso, de verdad.
Y así terminó esta semana, entre consultas, visitas postparto y el gran descubrimiento del interior femenino, tan perfecto, tan jugoso, tan bien hecho como cualquier otro elemento de esta maravillosa tierra.
Namasté.

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