lunes, 15 de agosto de 2011

Mi primer traslado

Llevo 7 meses en Luna Maya y todos los partos habían sido bien tranquilos y hermosos. Cierto es que, alguno que otro se ponía un poco más denso o había, digamos, alguna dificultad. Pero, verdaderamente, todo salía bien al final.
A.M es una mujer que llegó casi en la semana 40 con una cesárea anterior por preeclampsia. La verdad, no tenía mucha información sobre su propio caso, de esas personas que no intentan investigar bien o que semiocultan información. En fin, le hice yo la primera consulta un jueves, sugiriéndole que, si no paría el fin de semana, regresara el lunes porque necesitábamos conocerla más y saber más de su historia. Típico caso de mujer chiapaneca, con pocos recursos económicos, desnutrición y un poco parca en palabras.
Marinah no estaba muy convencida de atenderla, pues no había llevado ningún tipo de control prenatal y no teníamos ni análisis (los que le mandamos no se los hizo). En fin, fue una situación de “venga, vamos” porque sabes que, si no la atienden las parteras, la estás condicionando, en cierto modo, a su segunda cesárea en el hospital…
Yo no estaba de guardia esa semana y bajé tranquilamente a Luna Maya a hacer cosas en la compu. Estaba sentadita en el escritorio, escribiendo cuando se asomó Tavniah y me preguntó si había visto a una de las compañeras (que, como es enfermera, sabe abrir una vía bien rápido, mucho más que todas las demás del equipo). Yo le contesté que no y seguí escribiendo. Sabía que había un parto y supuse que la necesitaban para soporte en lactancia. Serían como las 13 hs.  De repente, vuelve Tavniah y me dice “ile, prepara el carro que tenemos que trasladar”.  Salté de la silla, volqué el bolso de Marinah para que salieran las llaves y corrí a la calle a abrir el coche y dejar todo preparado. Al no saber el calibre de la situación, me fui hacia el cuarto de partos para ver si necesitaban apoyo allá. Al ir, me encontré con Marinah y sus manos llenas de sangre, supe que era una hemorragia. Entré al cuarto, agarré la camilla plegable y la abrí, allí pusimos a A.M, que ya había perdido 1 litro de sangre. La bebé había nacido, estaba rosita y estupenda, en brazos de Tavniah, que se iba a quedar en Luna Maya con ella. Nosotras nos encargamos de llevar a A.M en el carro. Marinah conducía e Isa y yo íbamos detrás con la mujer, checando pulso, presión, sangrado y dándole oxígeno.
Hubo un momento bien hermoso donde Isa y yo cruzamos una mirada intensa. Sentimos un amor muy profundo la una por la otra, sabiendo que somos hermanas y que estas situaciones unen mucho, mucho. En seguida volvimos a llenar de amor a esa mujer que estaba acostada en el asiento de atrás del coche. Por suerte (y por la mano de Marinah, que le había aplicado el protocolo apropiado para esos casos) el sangrado había parado.
Llegamos al hospital y entramos con ella, explicamos la situación y ¡oh, milagro en un hospital público de Chiapas! La atendieron bien rápido. Nos hicieron muchas preguntas y después nos quedamos fuera esperando a que nos informaran de cómo había ido todo.
Realmente Marinah había presentido que esa mujer no estaba bien, que no era “apta” para parir fuera de un hospital. También cuenta el factor de “llego en la semana 40, ni me conoces, vengo de una cesárea anterior, atiéndeme el parto”. Quizá sea juzgar, pero yo siento que es una forma de actuar “violenta pasiva”, yo sentí que nos obligó en cierta manera a atenderla, pero, claro, nadie te puede obligar a nada que tú no quieras.
La verdad es que la realidad hospitalaria en San Cristóbal, no es muy alentadora (como en tantos otros lugares del mundo) y es difícil decirle a alguien “no atiendo tu parto, tu única opción es el hospital”. También cada caso es diferente y hay que sopesar toda la información pero, cuando te llegan así a última hora, es más complicado.
Aunque hay mujeres que vienen también casi a término y no hay ningún problema, siento que, como partera, hay que tener bien afinado el olfato para discernir cuando sí y cuando no. Y, aún así, te seguirás equivocando, para un lado o para el otro.
Este es el relato de mi primer traslado en Chiapas. Fue todo muy rápido, por suerte el hospital está bien cerca y tardamos 2 minutos en llegar. Por suerte también estaba Marinah, que tiene una gran experiencia como partera y por suerte, llevábamos dos semanas estudiando emergencias y sabíamos perfectamente qué hacer.
Gracias a la vida porque A.M está bien, su bebita está viva y nosotras aprendimos mucho con esta situación.
En la noche, en casa, recostada en el sillón, meditaba sobre la sabiduría de las parteras, sobre lo afortunada que soy formando parte de ese linaje de mujeres que saben tan bien lo que hacen. Sentí mucha admiración y respeto por todas mis maestras y me sentí muy orgullosa de formar parte de esta tribu.
Namasté

domingo, 14 de agosto de 2011

CLASES DE EMERGENCIAS, MATERIALIZANDO





Un día nos dijo nuestra maestra “mañana tendremos clases de emergencia”. Nos pareció genial. Al día siguiente, a la hora acordada, Marinah nos dijo “vamos al cuarto de partos”. Muy inocentemente, mi compañera y yo preguntamos “¿llevamos el cuaderno?” y ella respondió “No hace falta”. Nos pareció raro pero, si la profe lo dice…
Llegamos al cuarto y nos dice “Isa, tú serás la partera. Ile, tu la asistente”. Nos pareció bien. Entonces otras dos compañeras hacían diferentes roles en diferentes situaciones que ella nos iba presentando.
¡Había tantas cosas de las que estar pendiente! El tiempo, dónde estaban las cosas, las constantes vitales, las medicinas, el control de la situación, tu propia respiración, informar a la familia, mantener la calma propia y de todos…..
Era muy duro ver que se nos pasaba el tiempo, que había veces que no sabíamos qué hacer en una situación en concreto… No había tiempo de quejarse porque había “vidas en riesgo” (eran simulacros pero parecía bien real).
Para ambas estudiantes fue bien duro el proceso, sobre todo el último caso, una hemorragia, pues no sabíamos la teoría del protocolo a seguir en esos casos.
Cuando terminó la clase estábamos hundidas. Supuestamente se nos habían muerto dos bebés y una mujer…. Quedamos bien tocadas. Yo pensaba que era un poco injusto que no nos hubieran avisado para que estudiáramos la teoría y se nos lanzara al vacío de aquella manera. Pero, así es la vida, y así nos tocó aprender. Quedamos tiradas en la cama del cuarto de parto, abrazadas, tomando rescate. Fue muy duro abrirse a dichas situaciones de aquella manera tan brusca y gráfica a la vez. Desde luego nos quedó bien claro que hay que tener los protocolos requetebién sabidos  para, en caso de una emergencia real, poder aplicarlos sin vacilar.
Realmente fue una clase muy fructífera y nos sirvió un montón para ponernos las pilas y estudiar. Tuvimos que escribir unos protocolos nosotras, investigando en varios libros y después se los entregamos a la maestra para que los corrigiera.
Lo bonito es que volvimos a tener otra clase para aprender a reanimar bebés y saber qué hacer en caso de shock o hemorragia. Agradezco mucho que ya lo sepamos.
Lo no tan bonito es que, después de dos semanas estudiando tanta emergencia, nos sucedieron un par de ellas…. Así es la vida, mi´jita, la energía siente el llamado y viene…
O eso quiero creer. Después dije “mejor no estudiemos emergencias por un tiempo ¿no?”
Pero, como partera, no puedes dejar de estudiar y estar al día, es una responsabilidad bien grande saber responder a una situación de emergencia.
Ahí estamos, aprendiendo humildemente y cruzando los dedos para que no se den casos como estos. Pero con la confianza de que, si ocurren, sabremos actuar.
Namasté