domingo, 28 de noviembre de 2010

Un curso de doula



Fueron pasando los 7 meses del curso. Nunca sabía si me iba a llegar el dinero pero, misteriosamente, aparecía un masaje a última hora o una alumna nueva o algo que hacía que se concretara el hecho de poder ir a mi curso cada mes. Fue la mejor inversión que he hecho en mi vida. Y es que no hay dinero que pague todo lo que me llevé de allí. Un montón de amigas-hermanas, ratos muy agradables, verdades como casas de grandes, conocimientos múltiples sobre el parto, el nacimiento y la lactancia. Bebés maravillosos y familias muy diferentes a las que conocía hasta ahora. Me llevé la certeza de que no estaba loca o, al menos, que había más gente igual de “loca” que yo.
Conocí un montón de profesionales que nos aportaban todo su conocimiento, su sabiduría, sus años de experiencia, sus datos científicos, su lenguaje del corazón…tanto, tanto que darnos ¡y nosotras nos lo bebíamos a borbotones! Estaba encantada a cada segundo que pasaba. Todo me parecía nuevo y, a la vez, era como si ya lo supiese. Como si ese conocimiento, en realidad, fuera tan ancestral que estaba en mi memoria celular. Simplemente me lo estaban recordando.
A mitad de curso, más o menos, nos comentaron que teníamos que empezar a hacer prácticas. ¡¿Qué?! Yo me agobié un poco. No sabía ni cómo empezar. Me sentía sola en Madrid pues casi todas las chicas del curso eran de Cataluña. Total, que pasaba el curso y yo no acompañaba a nadie. Mi tutora (la llamaré así para no revelar su identidad) que también era la mujer que me alojaba en su casa, me decía que no me preocupara, que todo llega, que no tuviera prisa. ¡Qué razón tenía! Ella me dijo “serás una muy buena doula, te sentirás solita en Madrid pero llevarás las doulas a esta ciudad”. No comprendí muy bien sus palabras hasta un tiempo después, en el que me sentí muy sola en Madrid…
Cuando terminó el curso nos sentíamos tristes por un lado y felices por otro. Había llegado el momento de la verdad, de recorrer cada una su camino como doula. ¿Qué nos depararía la vida? Algo bueno, seguro, pero ¿qué?
Yo me puse en contacto con una comadrona de partos en casa. Quedamos a tomar algo y le conté que me acababa de formar y quería empezar a hacer prácticas. Ella me dijo que me llamaría. Mi espíritu inquieto se removía esperando y no sabía bien qué hacer para comenzar.
Me llegó un mail de un curso de parto en cuclillas,  en Málaga. Lo impartían un ginecólogo y una psicóloga de Brasil. Allá que fui. La organizadora del curso resultó ser una mujer muy especial, integrante de la “Plataforma proderechos del nacimiento”. El curso fue una exquisitez y los profesores me encantaron. Éramos pocas alumnas, unas seis, con lo que nos cundió muchísimo porque era un ambiente muy familiar. Al terminar, el domingo, me quedé a comer con ellos y nació una amistad muy bonita. Apareció mi otra “hada madrina” (la primera era mi tutora de Barcelona). Ella me habló de un ginecólogo en Madrid que era un amor, un hombre que asiste partos de una manera muy respetada, con mucha consciencia. Me dijo que tenía que conocerlo, que me iba a poner en contacto con él. ¿Sabes cuando las cosas están tan bien encaminadas que van rapidísimo y llenas de sincronías? Pues eso sucedió.
A los pocos días, el ginecólogo y la psicóloga, llegaron a Madrid y yo les fui a buscar al aeropuerto. Se alojaron una noche en mi casa. Ellos estaban muy agradecidos y yo estaba contentísima de poder conversar con gente tan experta y conocedora del tema. Para mí, de momento, sólo había teoría.
Al día siguiente me comentan si los puedo llevar en coche a casa de un amigo, que se iban a hospedar ahí. Cuando estábamos yendo, me dicen que es el ginecólogo que mi hada madrina me había dicho que tenía que conocer. Mágico ¿no?
Recuerdo perfectamente esa tarde. Subimos a la casa y había allí dos personas: el ginecólogo, que se convertiría en un gran amigo, y una partera mexicana, del estado de Chiapas. Quedé impactada por ambos aunque, siendo totalmente sincera, ella me impresionó más. Será por mi conexión con México, con los Mayas, con la partería ancestral, con la naturaleza, yo que sé… pero en seguida le pregunté si podía ir a estudiar con ella. Me contestó que sí, que seguíamos en contacto, que al año siguiente había un congreso que organizaba ella.
Hablamos un montón, la partera, la psicóloga, los dos gines y yo ¡era increíble! Yo escuchando esas conversaciones y viendo videos de partos gemelares desasistidos y “codeándome” con gente tan sabia… era un sueño hecho realidad ¡y todos los que me quedarían!
Ese día algo cambió. Supe que iba a ir a Chiapas y entendí que hay muchos caminos para llegar a la partería. Pero no me voy a adelantar, pues quedan cuatro años por delante…

1 comentario:

  1. creo que a mí me está pasando lo mismo.
    solo que ahora tú eres la profesora, la que me está enseñando todas las cosas que hasta ahora nunca había conocido. entre otras cosas, LA FUERZA DESCOMUNAL de lo femenino.
    yo venía creyendo que era débil e insulso.
    y descubro la fuerza de la Vida vibrando en cada Ser gracias a la mujer o a lo femenino

    Gracias, Ileana Beatriz, la de nombre hermoso, la que tiene nombre de Reina.
    que el Dios y la Diosa te protejan en tu Vida, cuando cruces el charco y te enseñen todo lo que luego has de enseñarnos, para cumplir tu Misión.

    muchos Besos del Solsticios del Invierno.
    Bendito Invierno!!
    Lira

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